Han tenido que pasar unos días para que el dolor que me oprimía liberase mi habitual y a veces incontenible locuacidad. ¡Quien te iba a decir, José Miguel, que lograbas callarme un rato!
Pero tenía que despedirme de ti a mi manera.
No creo que nadie se pueda acostumbra a estos golpes, que no por esperados duelen menos. Duele el corazón, duele el alma, te duele el aliento pero lo que mas duele es tu ausencia y saber que no vamos a compartir una canción, una cerveza, un rato de amistad.
También me queda una amarga sensación de no haber sabido como ayudarte en este trance, de no haber tenido el acierto de hacer algo por ti.
Desde que tu enfermedad apareció, no ha pasado un día en el que no te haya tenido en mente pero lo único que se me ocurría era llamarte o escribirte un mensaje, pero tu ánimo y fuerzas, en la gran mayoría de las ocasiones no te lo permitían.
Además tu, a diferencia conmigo, siempre fuiste hombre de pocas palabras y de silencios certeros y tampoco podrías encontrar alivio o entretenimiento conversando.
Me hubiera gustado haber tenido la capacidad que ha tenido José Ignacio o su cercanía y probablemente su valentía. Aunque creo haber respetado tu voluntad, hay veces que pienso que en alguna ocasión no te tenía que haber hecho caso, pero ya es tarde para lamentaciones.
Me quedan, nos quedan a todos, esos buenos recuerdos de juventud, de campamentos, de nuestras primeras juergas, nuestras primeras cervezas, los primeros conciertos en la Feria .
Aquel verano que nos fuimos tu y yo a Gandía a pasar unos días con Ángel y descubrimos lo que significaba minflo.
Como a pesar de estudiar cada uno en un lado, nunca perdimos el contacto e incluso alguna ocasión en la que yo, estudiando en Murcia, visitabas a tus abuelos y nos veíamos.
Como conocimos a nuestras parejas, fuimos casándonos y teniendo a nuestros hijos e hijas.
Ya muy pronto tuvimos la pérdida de Fernando, avisándonos la vida que no es un camino de rosas. Además se fue a los pocos días de haber nacido Marcos, alergias y amarguras.
Comidas, cenas, fines de semana en casa rurales que se convirtieron en una buena costumbre.
Y algo que no se borrará de mi memoria es el viaje que hicimos a Ibiza con el Capi, que también vino Peri, con ocasión de nuestros cincuenta años y que compartimos guardia en el barco e inolvidables momentos con Fernando Boneke, quien tambien se marcho en este año.
Nos dejas tu amistad, tus recuerdos, tres chavales maravillosos y todo el cariño que te tengo y que siempre te tendré aunque tu ya no estés.
Ángel, Nacho, José Ignacio, Joaquín, Paco, Julio, Javier, Alfonso, y yo te vamos a echar mucho de menos pero mientras uno de nosotros quede el recuerdo permanecerá.
El necio teme y huye de la muerte, el loco la busca mientras que el sabio la espera. Me has dado una lección de dignidad y espero que te hayas ido sabiendo lo mucho que te quiero.
Hasta siempre José Miguel.